Los seres humanos nacemos en la Tierra para vivir experiencias y aprender de ellas. En nuestro interior habita el Ser, una energía espiritual que carece de forma, de peso y de volumen. El Ser es la Presencia divina en cada uno de nosotros y no está sujeto a ninguna de las limitaciones de este plano material. Entonces, ¿qué intención le puede impulsar —ya que es perfección máxima— a encarnar en un cuerpo físico? Adopta la forma humana con la finalidad de crear energía de vibración amor en este planeta en evolución.
Para hacer realidad este fin el ser humano encarna repetidamente durante el número de vidas necesarias para que su alma alcance la plenitud. Esto lo consigue viviendo dos etapas bien diferenciadas la una de la otra.
PRIMERA ETAPA
Al inicio de su proceso evolutivo, el alma del ser humano se encuentra vacía, en blanco, con sus atributos aún por germinar puesto que el humano que la acoge carece de experiencias. En esta primera etapa, el propósito es activar el amor y el sentimiento de unidad con los demás hasta un cierto punto. Esto le lleva a experimentar y a someterse a multitud de pruebas durante un extenso periodo de tiempo.
En la actualidad ese largo intervalo de tiempo está acabando lo que significa el final de la primera etapa para la comunidad humana. Llegada la ocasión, y al nivel que le corresponde, cada persona va a sentir un cambio de estado al hacerse consciente del potencial que ha desarrollado en su alma. Despertará a una realidad diferente para continuar su evolución disponiendo de una lucidez y de un poder de los que antes carecía.
A la vez que la humanidad termina esta etapa evolutiva, la Tierra experimenta un salto de conciencia que le va a permitir albergar al conjunto de seres humanos que, de modo simultáneo a ella, también han subido de vibración. Leer mas