LA TECNOLOGÍA Y EL ALMA

El conjunto de los seres humanos que poblamos la Tierra constituimos una comunidad, la humanidad. Estamos en el planeta con la finalidad de vivir un proceso evolutivo que nos permita desarrollarnos. En un principio parece racional, e incluso inteligente, que todos tengamos idénticos derechos y las mismas oportunidades para llevar a cabo nuestra progresión individual. Para ello es preciso que la convivencia se dé en un marco de respeto a las creencias personales y en el que cada uno pueda contar con las ocasiones y los medios que necesite en la expresión de su creatividad interior.

La realidad actual de la humanidad es muy diferente. Hay personas que desde su nacimiento disfrutan de una serie de ventajas debido a la clase de familia o al país en el que nacen: son protegidas y cuidadas con esmero desde el primer instante, tienen acceso a una excelente formación académica y disponen de abundantes medios económicos.

En el otro extremo están los que nacen en un entorno pobre y falto de oportunidades, y para ellos la subsistencia diaria podrá convertirse en la base de sus vidas. Hay personas a las que el simple hecho de obtener una pequeña cantidad de agua para su aseo o para elaborar la comida les puede suponer un gran esfuerzo diario. Del mismo modo hay madres a las que les resulta difícil, cuando no imposible, poder alimentar a sus hijos. ¿Cómo es que en el año 2021 aún existen esas diferencias en varios lugares de la Tierra?

Hace miles de años que el ser humano inició su andadura en la Tierra. Sus motivaciones para vivir y experimentar eran el instinto, el egoísmo y un profundo sentimiento de individualidad. Todas ellas le impulsaban, sin límites, a ocuparse únicamente de sí mismo. Desde hace muchos años los humanos acumulamos multitud de experiencias en las cuales ayudamos y fuimos ayudados, sufrimos e hicimos sufrir… Así hasta llegar a este momento en el que nada podemos aprender repitiendo esas mismas vivencias.

De este modo nuestra alma, que comenzó con un nivel cero de conciencia de unidad con los demás, vibra ahora a un cierto nivel, aunque aún no activado al permanecer velado para la persona.

Las desigualdades entre los seres humanos, además de injustas, carecen de toda lógica al basarse en elementos secundarios (familia, lugar de nacimiento, raza). El factor fundamental y determinante que hay que valorar por encima de las demás circunstancias es que “un nuevo ser viene a la vida”. Ese hecho, por sí mismo, ha de motivarnos a proporcionar a ese nuevo ser los medios que le permitan perfeccionarse plenamente. El no hacerlo así, ¿podría significar un fracaso de la humanidad en su conjunto?

Es evidente que hemos progresado en varias áreas de nuestra vida. El teléfono móvil nos permite comunicarnos con un amigo, ubicarnos en una localidad desconocida o conocer lo que está sucediendo en otro lugar de la Tierra. Hay multitud de hogares y de oficinas que disponen de aparatos que nos liberan del frio y del calor creando una temperatura agradable. Los resultados en el área de la medicina son extraordinarios, al igual que lo es el hecho de que el ser humano haya llegado a la luna. Al mirar estos logros es lógico pensar que avanzamos, al menos en el campo de la tecnología. ¿Esa clase de progreso es la razón por la cual estamos en la Tierra?

¿Estoy creciendo internamente, completándome, sintiéndome mejor conmigo mismo y con los demás? Reconozco que tengo temor a que me despidan de mi trabajo, a enfermar y también a la vejez. ¿Habrá algún modo de que supere todo esto? ¿es posible que posea en mi interior una fuerza, una capacidad desconocida que me ayude? ¿puede existir algo así? Más aún, cuando llegue la hora de irme y dejar este cuerpo, ¿qué será de mí? ¿existirá ese otro plano del que oigo hablar?

Los seres que llamamos sabios por la paz que emanan y por sus palabras, y de algún modo también la ciencia, reconocen que la vida es eterna. Al acabar mi vida aquí no deseo que lo más especial de mi equipaje sea el recuerdo de los ratos en los que no pasé calor ni frío, ni el de los nombres de los restaurantes en los que disfruté de ricas comidas. Siento que es esencial marcharme de aquí con algo que sea de valor inestimable y que me acompañe y me sirva en mis etapas posteriores.

Tengo la certeza interna, aunque reconozco que no puedo trasmitir mi seguridad a otros, de que en un breve periodo de tiempo todos seremos conscientes de la sabiduría que ahora está oculta en el interior de cada uno. Es nuestra y nos pertenece, pues con ese fin hemos vivido multitud de experiencias de todo tipo a lo largo de nuestro proceso como ser humano.

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Juan José

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