Desde la antigüedad los seres humanos hemos tenido la costumbre de agradecer y bendecir. En tiempos de peligro o escasez, nuestros antepasados se dirigían a Dios rogando su ayuda y mostrando gratitud cuando la petición era atendida. Se honraba la salida del sol cada día, la lluvia favorable, la cosecha abundante, los animales, la comida en la mesa, la familia…
En libros y películas que relatan historias de épocas pasadas es frecuente encontrar escenas en las que un padre, poniendo las manos sobre la cabeza de su hijo, le habla de esta manera: “Amado hijo, tienes mi consentimiento para dejar el hogar y partir en busca de una vida mejor de la que yo puedo ofrecerte. Mi amor te protegerá para que ningún mal pueda sucederte. Ve en paz; yo te bendigo».
Esta hermosa práctica de bendecir parece próxima a desaparecer, aunque todavía restan ocasiones en las que perdura: en ciertos oficios religiosos el pastor bendice a los fieles; hay familias en las que aún se conserva el hábito de agradecer los alimentos antes de comenzar a tomarlos; en Leer mas