El alma de un ser humano, en sus diferentes vidas aquí en la Tierra, afronta multitud de experiencias que abarcan todos los campos de la existencia. Para su experimentación la persona nace condicionada, ya que puede tener una personalidad estable o desequilibrada; una salud en buen estado o enfermiza; abundancia o escasez de medios materiales… Igual sucede en cualquier otro aspecto o área que podamos imaginar en la realidad de un individuo.
Al aprender en cada vida, se puede afirmar que el alma de cualquier ser humano posee un cierto nivel de maestría, distinto de unas almas a otras. Hay un factor que es común para todas las personas: su grado de maestría permanece velado para ella y también para las demás.
Es normal que cuando vivimos una situación la califiquemos en función de la felicidad o del sufrimiento que nos ocasiona, y estos dos parámetros son los que nos motivarán a desear repetirla o no. Este razonamiento es válido para la personalidad, pero no lo es para el alma, pues ella obtiene una enseñanza de todas las experiencias que vive, sean placenteras o desagradables.
Hablando en términos de progreso evolutivo, para que una vivencia sea útil es irrelevante que sea gratificante o molesta, pues en ambos supuestos el alma obtiene de ella un aprendizaje que le es provechoso para avanzar hacia su plenitud. El elevadísimo número y la diversidad de circunstancias que vivimos en las repetidas estancias en la Tierra, enriquecen continuamente a nuestra alma, incrementando su sabiduría. Así llega un día concreto en el que alcanzamos la maestría.
Un ejemplo puede ayudarnos a ver estas ideas con mayor claridad. Un estudiante tiene como objetivo obtener el título de piloto comercial, y con este fin se matricula en una escuela de aviación en la que aprende teoría y realiza prácticas en simuladores de vuelos. Más adelante estará preparado para pilotar avionetas, y cuando alcance una cierta cualificación pasará a manejar aviones comerciales. Con el tiempo, tras realizar un elevado número de vuelos con diversas condiciones meteorológicas, aterrizar en distintos aeropuertos, manejar varios modelos de aviones…, se convertirá en un experto, un maestro en el arte de pilotar aviones.
Los seres humanos vivimos un proceso similar a este. Mediante una metáfora podemos verlo. Imaginemos que por el mero hecho de vivir una experiencia, sea del signo que sea, obtenemos como recompensa una moneda que se deposita en una hucha que es el alma. Esas piezas son unidades de sabiduría (de distinto valor según la duración e intensidad de lo vivido), pero desconocemos la suma total que tenemos en la hucha y cuantas necesitamos para activar la maestría. En ocasiones incluso ignoramos que contamos con una hucha.
¿Qué simbolizan estas monedas? Las hay que representan las veces en las que nos hemos sentido satisfechos tras atender las necesidades de otros; otras significan todos los casos en los que nos hemos comportado de modo egoísta; algunas corresponden a la gratitud que brotó del interior al ser ayudados en una situación de apuro; también están en la hucha las monedas que indican periodos de mal humor, de alegría o de enfado; la emoción que percibimos al nacer un hijo, cuando perdimos a un ser querido o al ser defraudados por un amigo… E igualmente con todos los sentimientos que podamos imaginar.
¿Es necesario vivir tantas experiencias? No hay manera de desarrollar la plenitud si no se ha vivido todo lo que es posible sentir aquí en la Tierra. ¿Cómo podré amar al que se comporta de un modo que a mí me parece absurdo, desagradable o agresivo? ¿Es posible que su vida se halle condicionada por factores que desconozco? En este plan de infinita perfección, amor y sabiduría, como es el caso del proyecto evolutivo humano, solo al conseguir la maestría podré confirmar que soy uno con los demás.
En estos momentos de nuestro proceso hay una cantidad significativa de seres humanos que están preparados para dar un salto de conciencia. En el instante en el que despierte la sabiduría que guardan en su alma, estarán capacitados para seguir su desarrollo en un marco nuevo, una Nueva Sociedad con una escala de valores diferente a la del modelo actual.
Próximamente va a darse un despertar colectivo, de toda la humanidad. El Ser interno de la persona, la Presencia Divina en ella, va a mostrarle el bagaje que cobija su alma. Entonces sabrá su nivel de preparación para comprometerse o no en la creación de la Nueva Sociedad.