Para afrontar situaciones difíciles, y en general al vivir cualquier tipo de experiencia, movilizamos las capacidades humanas más notables como pueden ser la inteligencia, la voluntad o la imaginación, es decir, ponemos lo mejor de nosotros como seres humanos, pero aun así muchas circunstancias nos desbordan.
¿Y si fuésemos capaces de ocuparnos de esos mismos acontecimientos contando con la esencia divina que somos? Dicho con otras palabras: Ante una situación que requiere de una respuesta, estar capacitados para movilizar lo óptimo de nuestra naturaleza humana al tiempo que la porción de sabiduría divina ya activada en nosotros.
En estos momentos del proceso evolutivo humano este modo de actuar no es posible y queda reducido a mera teoría, ya que la mayor parte de las personas solo reconocen su dimensión física. Únicamente aquellos que han encarnado con un cierto nivel de iniciación o de maestría están conscientes de su doble naturaleza humana y divina.
El resto de los seres humanos tendremos que esperar a nuestro despertar, ya próximo, y averiguar cómo llegar a identificarnos más y más en cada ocasión con la esencia divina que somos, hasta el instante en que ella eclipse nuestra dimensión material. A partir de ahí nuestros actos, pensamientos y palabras llevarán el sello divino.
Entonces, ¿dejamos pasar el tiempo y nos cruzamos de brazos o hay algo que podamos hacer? Cuando seamos conscientes del potencial que guarda el alma, el proceso va a ir rápido y nos llevará a la meta, pero ahora podemos emprender acciones y conductas que nos van a ser muy útiles como preparación para esa ocasión.
En el último artículo de este ciclo, que publicaré mañana, veremos algunas ideas prácticas que nos pueden ayudar a estar mejor preparados en el momento del despertar.