Comentamos en el artículo anterior que la humanidad ha vivido situaciones de alta dificultad en el pasado, y aunque disponemos de las capacidades del cuerpo físico y de las facultades de la mente, en muchas ocasiones nos sentimos impotentes al ver que no podemos hacer nada para solucionar ni para revertir las consecuencias de esas adversidades. Parece que estamos a su merced.
Este sentir empieza a cambiar tan pronto como el ser humano toma conciencia de que su verdadera naturaleza es algo más que materia. Desde ese instante intuye que su mejor respuesta a cada experiencia que la vida le presenta no procede de su dimensión material, sino de su esencia divina.
Hay muchas personas que creen en la existencia de un Ser supremo al que denominan Dios, Conciencia Infinita o con otros nombres. Se le atribuye un poder infinito, y con esa inmensa capacidad seguro que le es muy sencillo encontrar la solución a cualquier tipo de dificultad.
Cada ser humano posee la misma esencia del Creador, y al abrirse a esa verdad que ya es una realidad en su interior, su divinidad comienza expresarse de algún modo. No hablamos aquí de un trabajo de meditación o de otra clase, sino de una toma de conciencia real y eficiente.
Este es el propósito para el que estamos aquí en la tierra: Tomar conciencia de que somos mucho más que materia al poseer la misma naturaleza divina del Ser creador. Confiando en ello, tanto en nuestras relaciones con los demás como en la manera de afrontar los obstáculos que se nos presentan, viviremos cada vez con un mayor nivel de paz, seguridad y plenitud.
Este proceso se va a ver ayudado sobremanera con el próximo despertar del ser humano a la sabiduría que atesora en el alma como consecuencia de sus experiencias vividas.