Si en este momento decidimos clasificar las áreas de la actividad humana por orden de importancia, es muy probable que la economía ocupe el primer lugar, por delante incluso de otras tan esenciales como la salud, la enseñanza o el cuidado del medio ambiente. Y así como en un vehículo es fundamental su motor, se puede afirmar que la economía es la fuerza impulsora de la sociedad actual, y los demás sectores quedan supeditados a ella.
En el sistema económico vigente no hay una distribución equitativa de la riqueza, y quienes disponen de mayor capital, o de otra serie de derechos o privilegios, tienen ventaja para adquirir más posesiones y recursos. Mientras tanto, hay quienes carecen de lo básico, como es la comida, un lugar para vivir o atención sanitaria.
Con el actual nivel de conciencia, en una mayoría de seres humanos su realidad material predomina sobre su dimensión espiritual. Por esta razón, muchas personas dedican gran parte de su energía e ilusión a los aspectos económicos de su vida.
Damos un salto en el tiempo para poder percibir cómo es el sector financiero en la futura sociedad.
Las normas que regulan la economía son escasas y no están muy reglamentadas, pues surgen desde el grado superior de comprensión que se experimenta tras el despertar de la sabiduría que permanecía dormida en nuestras almas.
Las relaciones de índole comercial en esta futura sociedad buscan el beneficio no solo de los directamente implicados, sino también de todo el colectivo humano. En lugar de acumular, se comparte; la competencia del antiguo sistema se ha convertido en colaboración, y así como antes era normal la existencia de ricos y pobres, esas desigualdades han desaparecido al ser incompatibles con el cada vez mayor sentimiento de unidad.
Las necesidades de bienes materiales son menos significativas cada día, pues las personas que integran la nueva sociedad sienten que es más importante ser que poseer. La cantidad de objetos, adornos y prendas de vestir que se adquirían en el pasado al seguir los dictados de la moda, y que al cambiar esta eran desechados y sustituidos por otros, ha ido disminuyendo hasta desaparecer.
Ese consumo superfluo no tiene razón de ser, pues la persona ya no busca nutrir su personalidad al sentirse admirada o envidiada por sus posesiones. Sus aspiraciones son interiores y pertenecen al mundo discreto y silencioso de su alma.
Se utilizan los recursos del planeta, como el agua, la pesca, la madera o los minerales, respetando una serie de principios, entre ellos su abundancia o escasez; el plazo necesario para su renovación; la contaminación que pueden generar y, muy especialmente, teniendo presente a las siguientes generaciones y su necesidades.
Estos comportamientos y este nuevo modo de sentir que aquí estamos exponiendo no serán una realidad plena tras la creación de la nueva sociedad, pues es necesario un tiempo y un proceso para consolidarla.