En las diversas vidas de su proceso evolutivo, cada ser humano vive multitud de experiencias de las que su alma extrae la sabiduría que contienen. Con el paso del tiempo la sabiduría que el alma custodia llega a ser más o menos elevada, pero permanece oculta para la persona hasta su despertar, momento a partir del cual puede hacer uso de ella.
Este artículo va dirigido especialmente a quienes, tras su despertar, decidan participar en la creación de un modo de convivencia diferente al actual, una Nueva Sociedad.
Las personas despertarán con diversos niveles de conciencia, y esto motivará que se vivan momentos de cierta confusión. La identificación tan elevada que el ser humano tiene con su naturaleza humana, será un obstáculo para que pueda comprender lo que le está sucediendo. Sin embargo, muy pronto empezará a vivir en consonancia con esa sabiduría que le transmite nuevas directrices para conducir su vida.
En el exterior, en el ambiente que le rodea, la persona podrá ver desconcierto, disparidad de opiniones, incluso tensiones, mientras que en su interior sentirá como nace una energía nueva, distinta a todas las que antes experimentó. Es una energía que no fluctúa, y aunque es poderosa, posee esencia de paz. No se impone y permanece en calma a la espera de ser acogida y tenida en cuenta.
A lo largo de la vida todos hemos sentido la ilusión de conseguir determinadas metas o de llevar a cabo ciertos proyectos. Algunos de ellos surgieron con gran entusiasmo, pero al mirar atrás vemos que muchas de esas ilusiones han desaparecido. La energía de la que aquí estamos hablando es diferente a una ilusión y no puede desaparecer al brotar de una dimensión interior, de un espacio en el cual ella y nosotros somos lo mismo.
Además de las cualidades señaladas, es una energía sabia que nos muestra nuevas opciones para responder a las circunstancias que vivamos. Nos revela que es posible sentirse feliz y seguro reaccionando de manera diferente a como lo hacíamos antes y a como lo hacen muchas personas de nuestro entorno o del total humano.
Esa energía es la sabiduría que alberga y preserva el alma, fruto de tantas vidas de esfuerzo. Es su creación, le pertenece, y sabe a ciencia cierta que con ella va a desarrollarse totalmente al incrementar su nivel de conciencia.
El incontable número de experiencias que vivimos a lo largo de todo el proceso evolutivo tiene un doble propósito. El primero, común a toda la humanidad, es el de transformar aquellas relaciones hostiles y egoístas de nuestros inicios como seres primitivos hasta llegar a una vida en común basada en la paz y la unidad.
Ahora, antes del despertar, no estamos preparados para poder transformar la sociedad actual en una gran familia que actúe como tal, ni sabemos con certeza qué cualidades ha de poseer esa futura familia humana. Pero sí imaginamos que en ella existirá un profundo respeto entre todos los que la integren, sin importar el color de su piel, las ideas que cada uno tenga o su nivel de desarrollo.
Hablamos de una nueva sociedad en la que los miembros se alegran con la felicidad y los logros de los otros y se apoyan en todo momento. Siempre se puede contar con los demás, y si alguno tiene un problema no lo afronta solo sino que el colectivo lo hace suyo y busca cómo solucionarlo.
Esa es la meta final de la humanidad como grupo aquí en la tierra: Llegar a constituir la gran familia humana.
Al mismo tiempo que se va haciendo realidad este objetivo común a todos nosotros, cada ser humano trabaja de modo individual hasta llegar a ser consciente de que posee esencia divina, la culminación de su estancia aquí en la tierra. Es un proceso que siempre tiene particularidades de un ser humano a otro.
Esta nueva meta, personal e íntima, es una finalidad que se consigue individualmente y a niveles diferentes en cada ser humano, aunque en otras etapas evolutivas posteriores, en este o en próximos planos de existencia, todos la alcanzaremos.
Desde el mismo instante del despertar somos guiados por nuestra naturaleza divina, al tiempo que la naturaleza humana pierde relevancia de forma constante y progresiva hasta que permanece como una mera herramienta al servicio de la divinidad que realmente somos.