Los seres humanos llevamos varios miles de años de proceso evolutivo y aún no hemos lograr la unidad entre nosotros. El sentimiento de separación y los conflictos con los demás todavía permanecen en la sociedad como algo normal.
A lo largo de la nuestra existencia vivimos multitud de experiencias. Para la personalidad son la base del aprendizaje en el plano de la materia, en tanto que para el alma, nuestra dimensión interna, son la fuente de sabiduría que precisa para incrementar su nivel de conciencia.
Esa sabiduría que custodia el alma es más o menos elevada según la persona y permanece latente, como dormida, sin que podamos utilizarla. Llegado el momento despierta y se hace consciente, lo que nos permite responder desde un estado de mayor excelencia a las situaciones que la vida nos presenta, creando así un modo de convivencia más perfecto.
Un ejemplo nos puede ayudar a ver esta idea con mayor claridad. Si una persona que dispone de pocos recursos económicos ignora que tiene en el banco una cuenta con una elevada cantidad de dinero, vivirá con penuria. El día en el que conozca que posee un capital del que puede disponer a voluntad vivirá en la abundancia.
Algo análogo nos sucede a nosotros. Aunque no somos conscientes de ello, en el alma albergamos un tesoro que nos pertenece por ley divina, ya que es fruto de nuestros esfuerzos al haber afrontado circunstancias de todo tipo. Ese tesoro es la suma de los dones que ya hemos desarrollado, pues únicamente al vivir una experiencia extraemos de ella la sabiduría que encierra. En el tiempo en que cada uno se hace consciente del sus cualidades, ya puede servirse de ellas.
Otro ejemplo. Si una persona nunca ha pasado por una enfermedad difícil, aunque lea libros que le informen del sufrimiento que conlleva o escuche hablar de ella a alguien que la ha padecido, no podrá comprender el malestar y la desesperanza que ocasiona esa enfermedad. Leer y documentarse sobre un tema o escuchar a otros hablar de ello nos aporta información en el nivel de la personalidad, pero para que el alma extraiga la sabiduría inherente a una experiencia, es imprescindible que la vivamos.
Para los que creen en la reencarnación, es decir, que nacemos varias veces en la Tierra para aprender, ese potencial interior procede de las situaciones de esta vida y de las anteriores. Para aquellos que no creen en la reencarnación, igualmente lo tienen registrado en sus genes y en su alma, fruto de las experiencias suyas y de las de sus antepasados.
Esta expresión significa que en los seres humanos se hacen conscientes las cualidades que cada uno ha desarrollado a lo largo de su evolución y que hasta ahora han permanecido dormidas en su interior. Ellas son las que constituyen nuestra esencia divina: bondad, compasión, capacidad de acogida, valor, ternura, alegría, sentimiento de unidad con los demás, inteligencia, amor… y otras más que ahora desconocemos.
Ese despertar (del que hablaremos con detalle en el próximo artículo) nos va a permitir crear una sociedad con una escala de valores diferente, fruto de un nivel de conciencia más elevado. Además vamos a contar con un segundo tipo de ayuda, una ayuda extra.
Lo que ahora está ocurriendo en el planeta, y lo que pronto va a suceder, ya era conocido en planos superiores desde hace mucho tiempo, en realidad desde siempre. En esos estados de alta vibración se sabía que tras miles de años de experimentación, la humanidad llegaría a una especie de callejón sin salida.
Avistando la realidad futura en la que nos hallaríamos los habitantes de la Tierra, un cierto número de seres de elevada vibración comenzaron a encarnar repetidamente aquí en el planeta de modo voluntario. En un acto de servicio en el que, velados por el olvido de la plenitud que ya son, han transitado el mismo trayecto que cualquier ser humano. Así han vivido multitud de experiencias hasta llegar al tiempo actual.
Aparte de estos seres que se han estado preparando para contribuir al cambio, hay otros que han recorrido esos mismos ciclos de encarnar repetidamente como condición para poder obstaculizar el nacimiento de una sociedad con valores más elevados.
El total de iniciados y maestros que hay en la Tierra dispuestos para ayudarnos en la creación de la nueva sociedad es el apropiado, pues no olvidemos que el trabajo primordial corresponde a la humanidad. El simple hecho de saber que están aquí nos va a inducir una profunda sensación de seguridad y esperanza. También será esencial su aporte de energía, ideas, comprensión del proceso evolutivo y conocimiento de los planos superiores.
Muchas gracias Juanjo..!!
Gracias a ti Juani, por ser, por estar ahí,,, Un abrazo JUANJO