El Club de los Guerreros es muy singular, diferente de todos los otros tipos de clubes que existen. La persona, mujer u hombre, que desee pertenecer a él no necesita cumplir alguna condición, ni siquiera ha de pagar una cuota periódica, pues se trata de un club sin normas ni estatutos que incluso carece de una junta directiva que supervise a los miembros. Uno se hace socio cuando así lo decide, y desde ese momento es miembro de pleno derecho.
¿A qué se dedica un integrante de El Club de los Guerreros?, simplemente a manifestarse como un guerrero. Solo eso: está muy atento para vivir todas y cada una de sus experiencias como un auténtico guerrero. Veamos primero qué significa ser un guerrero.
Desde la antigüedad, cuando vivíamos en cuevas o en pequeños poblados, un guerrero era un varón joven, ágil y fuerte, al tiempo que hábil en el manejo de las armas. En los primeros tiempos las herramientas para el combate tal vez fuesen las varas y estacas, hondas para arrojar piedras a gran distancia, y algunas más. Estas armas se fueron sustituyendo por otras más eficaces como lanzas, espadas, o arcos y flechas.
La tarea del guerrero fue muy importante en esas épocas primitivas para poder defender el territorio y el poblado de otras tribus y grupos invasores, o del ataque de animales salvajes. Durante los siguientes siglos las características esenciales de un guerrero siguieron siendo las mismas: varón, joven, sano, fuerte y diestro para la contienda.
Hoy, en el momento presente que vive la humanidad, reivindico como absolutamente necesaria la figura del guerrero. Aunque es claro que hablo de un guerrero diferente al de tiempos pasados. Los requisitos antiguos han desaparecido, y el guerrero actual puede ser indistintamente una mujer o un hombre; joven o mayor, incluso anciano; estar sano o enfermo; de constitución débil o fuerte. Ningún factor o circunstancia, sea del tipo que sea, puede condicionar o impedir que cualquiera se convierta en un guerrero si así lo decide.
Si uno quiere ser un guerrero solo necesita responder con un sí a esta pregunta: ¿Estoy plenamente comprometido conmigo mismo en dar la mejor respuesta a cada una de las experiencias que la vida me presenta? Recordemos que la mejor reacción ante una situación es siempre aquella cuyo resultado contiene el mayor nivel de paz y de unidad, tanto para uno mismo como para los demás.
Alguien podría decir que le parece una contradicción que consideremos guerrero a un ser humano débil o con una enfermedad que incluso puede tenerlo postrado en la cama o en un sillón en su casa. ¿Acaso esa persona no puede decir una palabra que siembre la paz en su entorno, dar un abrazo pleno de calidez, o regalar una sonrisa? Más aún, ¿puede ser que albergue en su corazón una inmensa gratitud hacia los que le rodean aunque no pueda expresarla con gestos o palabras? A mi no me cabe duda: ese ser es un guerrero, ¡un auténtico guerrero!
En estos momentos convulsos en los que la humanidad carece de referencias y se dirige a un futuro incierto, y tal vez caótico, únicamente los nuevos guerreros pueden ganar la batalla. Su labor es callada y acontece en su interior, lejos del estruendo del combate. Sus armas son la sonrisa, la palabra llena de afecto, la actitud de apoyo, la solidaridad… Solo ellos poseen la capacidad de sembrar las semillas de las que brota la paz.
Cuando alguien decide ser un guerrero se convierte en un creador. Entonces su vida cobra una dimensión que le trasciende a él y a su situación particular, pues sirve a la razón última por la cual existimos. Él, junto con los demás guerreros, siembra en el hermoso jardín que es la tierra las flores más bellas y con la fragancia más dulce que es posible imaginar: la flor de la concordia, la del respeto, la del entendimiento, la de la unidad, la del amor. En ese momento ya no es únicamente un guerrero, sino que se transforma en una bendición para su entorno y para toda la humanidad.
No estoy hablando aquí de algo utópico, sino real, pues ¿quizás no son guerreros la abuela y el abuelo que con mucha dificultad se ocupan de sus nietos para que sus hijos puedan acudir al trabajo?, ¿y la persona enferma que se esfuerza al límite y no ser una carga para los suyos?, ¿y el que ora en su corazón pidiendo al cielo que la tierra se llene de paz?
¿Qué premio se recibe por ser un guerrero?, el de mayor valor: nuestro propio reconocimiento.
¡¡Impresionante la idea!!
Porque es verdad, hay millones de guerreras y guerreros que hacen su trabajo en silencio en pro del bienestar ajeno. Me uno a este clan de GUERREROS, porque llegará el día, en que solo uniendo nuestras fuerzas humanas llevadas por las energías espirituales que mueven nuestros cuerpos, conseguiremos formar una UNIDAD con el planeta TIERRA…
GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.
Rosa, gracias por tu apoyo. La idea que reflejas en las ultimas palabras de tu comentario expresa claramente el propósito de nuestra vida aquí: «Formar una UNIDAD con el planeta TIERRA». Tan pronto como los seres humanos nos hagamos conscientes de que esa es nuestra hermosa tarea, el nivel de conciencia de la humanidad dará un salto. Un cordial saludo. JUANJO