Todos conocemos la frase “Los árboles no dejan ver el bosque”. Lo evidente, lo que está ante nuestros ojos, a menudo nos pasa desapercibido. Nos levantamos para vivir un nuevo día, y al acostarnos vemos que son las circunstancias las que nos han vivido a nosotros. Si quiero vivir con un cierto nivel de libertad, he de crear un espacio entre yo y lo que vivo, es decir, he de percibirme diferente de lo que me sucede.
Un ejemplo: si alguien está enfadado, para crear un espacio entre él y el disgusto que siente, ha de pararse y darse cuenta de que el enfado es una cosa y que él es algo distinto. Pero no se trata de que se ponga a razonar, sino de que vea con los ojos internos la diferencia entre el enfado y él.
De este modo, al no identificarnos con los sucesos que afectan a nuestra vida, alcanzamos cotas cada vez más altas de libertad. Podemos practicar aplicando esta idea a experiencias pequeñas como serían una ligera frustración o un leve dolor. Más adelante nos sentiremos capacitados para aplicarla a hechos más importantes.
Este camino de acrecentar nuestra libertad personal nos lleva a sentir que somos creadores de la realidad que vivimos, y como resultado nace la confianza en nosotros mismos. Con el tiempo esa seguridad se hará mayor, hasta que lleguemos a confiar totalmente en la vida y estemos capacitados para interactuar con ella.
Con nuestras acciones, palabras y pensamientos creamos una energía que produce unos efectos. Un ejemplo: es frecuente que la persona que tiene un problema se queje y culpe a otros de su situación. Esa actitud, además de no solucionar su apuro, es muy probable que le añada una mayor dificultad. En cambio, si elige afrontar el problema con una actitud positiva, creará una mayor confianza en sí misma que le será de gran ayuda en esas circunstancias.
Las consecuencias de lo que creamos no se limitan a nosotros, sino que igualmente afectan a los demás. Un ejemplo: supongamos que conocemos a una persona que está pasando por una dificultad económica, familiar o de otra clase. Si pensamos que no va a ser capaz de solucionar su conflicto, esa es la energía que le trasmitimos, y de este modo aún se lo ponemos más difícil, más allá de que con nuestras palabras le digamos lo contrario. Su corazón percibirá lo que realmente sentimos, y aunque su oído escuche buenas palabras, el valor del corazón es superior, pues en él reside la sabiduría y es el que percibe la verdad.
En cada momento y situación, seamos o no conscientes de ello, somos creadores. Pero nuestras creaciones no nos afectan sólo a nosotros, sino también a ese todo del que formamos parte: la Tierra.
Cada persona tiene sus propias ideas y opiniones sobre lo que está ocurriendo en la tierra en estos momentos. No obstante, si observamos la realidad creando un espacio entre ella y nosotros, nos daremos cuenta de que lo que sucede ahora es diferente a todo lo que anteriormente ha vivido la humanidad. Los retos que actualmente se nos plantean en la mayoría de las áreas de la convivencia humana (inmigración, política, cambio climático, terrorismo, economía…) no pueden ser solucionados con las recetas utilizadas hasta ahora.
En el interior de cada ser humano duermen multitud de cualidades esperando ser despertadas. Una de ellas, nuestra capacidad creadora, es un reflejo de uno de los atributos de Dios, y es la que nos va a permitir crear una nueva sociedad, un nuevo mundo. ¡Ya es momento de despertarla!
Juan jose tus palabras son un reflejo de
la realidad, como comentas hay que ser consciente de todas las acciones y no apegarse a nada irreal, confiar en ti mismo y ayudar a los demas, aunque esto se esta perdiendo .Un saludo
Francisco Miguel gracias por tus dos comentarios, que leo con atención. Te envío un cordial saludo. JUANJO
Juan jose como comentas hay que ser consciente con tus actos y no apegarte a nada.Un Saludo