(Estas reflexiones tienen puntos en común con la entrada anterior “Aceptar la Vida”, publicada el 24/06/17).
Existen diversos caminos para ampliar nuestra conciencia. Uno de ellos, fiable y eficaz, es confiar en que la Vida nos ama y entrega lo mejor en cada momento de nuestra existencia. Pero, ¿cómo vamos a fiarnos de la Vida si con frecuencia plantea situaciones que no comprendemos, que no deseamos o que nos hacen sufrir? ¿Acaso confiaríamos en alguien que nos tratase así…?
Sin embargo, los seres realizados dicen que la Vida es la manifestación de la Voluntad Divina aquí en la tierra y que todas las experiencias que la Vida presenta son una ayuda para desarrollar nuestras cualidades internas y llegar a fundirnos con la Divinidad.
Cuando aceptamos algo que comprendemos, aun teniendo que hacer un esfuerzo para ello, no se amplia nuestra conciencia y permanecemos en el mismo nivel de vibración en el que nos encontramos en ese momento de nuestro proceso evolutivo. En cambio, para aceptar algo que no deseamos o que no entendemos es necesario efectuar un sobresfuerzo, un empeño más allá de lo normal. Y es esta movilización extra de energía, este sobresfuerzo, lo que nos hace dar un salto de conciencia.
El esfuerzo perfecciona el nivel de conciencia en el que estamos, y el sobresfuerzo nos eleva a un nivel superior.
¿De donde surge la fuerza que se precisa para realizar el sobresfuerzo? Para las actividades y logros de la vida ordinaria (material) existen muchas fuentes de energía, como puede ser la motivación en alcanzar una meta, el reconocimiento que nos otorgarán otras personas o la obtención de bienes. Sin embargo, para aceptar lo que no se desea o no se comprende no existe una motivación, y solo en el momento en el que la persona intuye que la Vida es su aliada puede decir “acepto”. Su Ser Interno, depósito inagotable de energía, es el manantial que le facilita la fuerza que precisa para aceptar.
Tarde o temprano toda persona ha de acudir a la fuente de poder que habita en su Ser para dar los saltos de conciencia.
Pudiera parecer que el sendero de la aceptación encierra una cierta dificultad, si bien la Vida no pide que desde las primeras etapas seamos capaces de lograr una aceptación plena (que por otra parte sería imposible de alcanzar), sino que es suficiente con no poner barreras a la experiencia que tenemos que vivir. Suprimir las quejas y dejar de culpar a otros por las vivencias difíciles que afrontamos son los requisitos básicos que nos pide la Vida al inicio del camino.
Recordemos que cuando dejamos que la queja y el lamento dominen, estas energías se retroalimentan y van a más. De la misma manera, al poner nuestra voluntad al servicio de la experiencia, la aceptación crece en nuestro interior. En palabras coloquiales: si apostamos por la queja, nos separamos de la Vida; si lo hacemos por la aceptación, entramos en el camino que lleva a hacernos uno con la Voluntad Divina.
La aceptación es un arte, y en nuestro interior está la sabiduría que necesitamos para manejarnos con ese arte. Confiemos en nosotros.