¿Podemos aceptar que toda persona se manifiesta en cada momento de su vida desde el máximo nivel de perfección que le es posible?
Si dejamos que sea nuestra mente la que interprete esta idea, pronto encontrará argumentos, algunos de ellos firmes y sólidos, con los que rebatirla y demostrar que es una percepción equivocada. Pero en nuestro interior, en la morada del Ser que es nuestra verdadera esencia, esta apreciación es una verdad plena.
Veamos un ejemplo que quizás pueda sernos útil con este concepto que estamos compartiendo:
Los padres de un niño pequeño de tres o cuatro años contratan a un profesor de violín para que le enseñe a tocar ese instrumento. Las clases las recibe el niño en su habitación, de seis a siete de la tarde tres días a la semana.
Es una urbanización de casas adosadas y, separado solo por una pared de la habitación del niño, está el salón de la casa contigua. En ella el vecino, un hombre de unos cuarenta años, lee el periódico cada tarde justamente a la misma hora en la que el niño recibe las clases de violín. Este aprende y practica durante quince años, llegando a dominar perfectamente el instrumento, dejando después el hogar paterno para marcharse a la Universidad.
Si nosotros preguntásemos al vecino por el nivel de perfección del niño al tocar el violín, ¿qué nos respondería? Es muy probable que nos dijese que durante las primeras semanas de clase los “ruidos” que producía el violín tocado por el niño eran muy molestos, casi inaguantables. Que pasado un tiempo, quizás uno o dos años, el sonido ya se hacía más soportable, y que después aquello fue mejorando.
Añade: «En los últimos años de clase era muy agradable escuchar a mi vecino tocar el violín, y esperaba con ilusión esa hora en la que el joven reproducía algunas melodías. Dejaba a un lado el periódico, y me recostaba en mi sillón disfrutando y sintiéndome embriagado por la música» .
Nos despedimos de este hombre, y ya en la puerta de su casa nos dice: “Mi vecino llegó a tocar el violín con un alto nivel de perfección”.
En principio parece coherente lo que este hombre nos dice, pero si miramos desde un nivel superior todo el proceso de aprendizaje de ese niño, comprendemos que siempre tocó el violín con la máxima perfección posible. Así fue cada día que hizo sonar el violín, e incluso el primer sonido que creó en su primer día de clase fue el más perfecto posible, aunque el sonido fuese estridente para nuestros oídos.
Extrapolando esta idea a las personas en cuanto que somos seres viviendo un proceso evolutivo de aprendizaje, vemos que en cada momento de nuestras vidas manifestamos el nivel de máxima perfección. Si nos abrimos a esta verdad, podemos comenzar a entender la sinrazón de juzgar y descalificar a los demás. Eso nos sirve de ayuda para respetar como es cada persona, por mucho que creamos que está equivocada, que lo hace mal y debería hacerlo como nosotros creemos que es mejor y más perfecto. El logro final (respetar plenamente a toda persona), no se producirá probablemente de modo instantáneo. Será fruto de un proceso, pero ya sabremos que para alcanzar la meta hemos de abrirnos a esta idea: sentir que cada ser se manifiesta siempre en el nivel de máxima perfección que le es posible.
Para cerrar este artículo voy a compartir una historia que leí en un libro de A. Blay. Lo que reproduzco no es textual, pero sí fiel al relato:
Un hombre bueno y juicioso estaba sentado al borde de un río y vio como un escorpión caía al agua. Compasivo con el bicho, el sabio lo sacó del agua y lo colocó en tierra y el escorpión aprovechó para picarle en la mano. Pasado un momento el bicho vuelve a despistarse y cae nuevamente al agua. El sabio lo coge otra vez para dejarlo en tierra y el escorpión le vuelve a picar.
¿Qué enseñanza nos muestra esta fábula? El sabio salva la vida por dos veces al escorpión, y este reacciona en cada ocasión picándole en la mano. ¿Hizo mal el escorpión al responder de ese modo al favor que le hacia el sabio salvándole la vida? ¿Tal vez este bondadoso hombre no debió salvarlo por segunda vez ya que el bicho había sido tan injusto picándole en la mano?
El escorpión lo hizo lo más perfecto que le era posible, y fiel a su instinto, fiel a su ley, aprovechó la oportunidad y picó al sabio. El sabio igualmente lo hizo en un nivel de perfección máxima. Y, fiel a su ley, fiel a su bondad y sabiduría, las expresó cuando la Vida le ofreció la oportunidad de salvar al escorpión.
¿Se deduce de todo lo anterior que la persona que hace las cosas de un modo que yo veo como imperfecto, está poco desarrollada o en un nivel evolutivo inferior al mío? Si en alguna ocasión yo lo siento o lo veo así, sabré que aún no he desarrollado en mí la capacidad de ver y sentir la perfección dondequiera que mire. Habré de aplicarme más y abrir más mi corazón, el lugar del Amor.
Muy interesante. Muchas gracias por el articulo. 🙂
Enmanuel, gracias por tu comentario a mi artículo «Nivel de perfección de un ser». Un cordial saludo. JUANJO.
¿Alguna idea si el sujeto se muestra reacio a la aceptación o evolución de los niveles de perfección?
Según mi sentir, el proceso evolutivo de una persona progresa más allá de que ella colabore o no. La Vida, en su infinita sabiduría, irá mostrándole situaciones que le llevarán, antes o después, a dar los pasos adecuados. Por ejemplo: la Vida nos presenta con frecuencia experiencias que no deseamos vivir, pero que son necesarias para el desarrollo de nuestro potencial. Así hasta que llega el momento en el que estamos maduros para aceptarlas, aunque sea en un pequeño grado. Después… Un cordial saludo. JUANJO.