Los seres humanos decidimos nacer en la Tierra con el único propósito de aprender lo que es auténtico ahora y siempre: hemos venido a conocer la Verdad. En esta labor nosotros somos los discípulos, la Vida es el maestro, y las lecciones que tenemos que aprender surgen de las experiencias que vivimos.
El grado de dificultad de una experiencia depende de dos factores:
El primero es la clase de circunstancia que hemos de vivir. La Vida, sin consultarnos, va presentando las distintas situaciones que nos ayudan a aprender. Algunas lecciones son fáciles en tanto que otras son difíciles, e incluso muy difíciles.
Nuestra capacidad de influir sobre este factor es nula. La Vida, en su inmenso Amor, se adjudica una tarea que no estamos preparados para asumir: ¿Acaso estaríamos dispuestos a afrontar de modo voluntario una prueba dificultosa cómo una grave enfermedad o la pérdida de un ser querido?
El segundo factor es el nivel de aceptación o rechazo con el que vivimos una experiencia: un alto grado de aceptación facilita el aprendizaje, mientras que el rechazo supone un mayor esfuerzo y sufrimiento.
Recordemos que, tarde o temprano, hemos de integrar cada lección que la Vida nos presenta.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de la Vida, con mayúscula? La Vida es todo lo que sucede, todo lo que existe, todo lo que es. Es el modo a través del cual la Conciencia Suprema, la Sabiduría del Universo, Dios, se expresa aquí en la Tierra.
Cada vez que rechazamos algo que la Vida nos presenta, nos estamos oponiendo a la Voluntad Divina.
Podemos entender entonces que aceptar cada manifestación de la Vida es un requisito imprescindible para progresar en nuestro desarrollo espiritual, aunque a menudo no lo hagamos así:
a.- Nos oponemos a lo que no podemos entender, ya que nos desequilibra y ocasiona temor. Tenemos el hábito de rebatir lo que nuestra limitada capacidad no comprende. Procediendo así, ¿cómo podríamos incrementar nuestro nivel de Conciencia y por tanto nuestro Amor?
b.- Negamos lo diferente e intentamos mantener a toda costa nuestras ideas, costumbres y creencias. Esta conducta nos impiden avanzar.
c.- Rechazamos el sufrimiento. Consideramos que el sufrimiento es el gran enemigo a derrotar, y luchamos contra él en todo momento y situación. ¿Es posible que el sufrimiento sea un maestro que trae una enseñanza a nuestras vidas? Escuchemos a Herbert Fritsche: “Tratar de evitar el sufrimiento; cómo y donde sea que se presente; indica siempre que quien lo hace, es fundamentalmente un no-iniciado”.
A M P L I A R C O N C I E N C I A
Cada ser humano vive en un pequeño mundo particular que es hermético a todo lo de afuera. Es como si estuviésemos dentro de un recinto amurallado que nos hemos construido con nuestras creencias, experiencias, escala de valores, etc. En el interior de ese espacio sentimos una cierta seguridad, pero permanecemos aislados del resto de la Conciencia Infinita.
Crecer en Conciencia, pasando del nivel en el que estamos a un nivel superior, supone derribar esa muralla y trazar otra más amplia en la que tenga cabida lo nuevo que hemos activado en nosotros. Como ayuda, la Vida nos presenta ocasiones propicias para demoler la vieja barrera, de modo que en el nuevo recinto tengamos una mayor Sabiduría, Perfección, Unidad y Amor. Repetimos este proceso una y otra vez, pasando de un nivel de Conciencia a otro superior.
En cada ampliación de Conciencia transitamos por un espacio desconocido en el que nos sentimos inseguros y por ello sufrimos. Se trata de ese periodo en el que ya hemos derribado la antigua barrera —en cuyo interior nos sentíamos más o menos protegidos—, pero en el que aún no hemos afianzado el muro que nuevamente volverá a guarecernos en un área más amplia, con una mayor Conciencia. Estamos en tierra desconocida, por decirlo de algún modo.
A C E P T A C I Ó N D E L A V I D A
Seguiremos progresando así, con sufrimiento, hasta el momento en que decidamos entrar en un camino diferente y desconocido, el camino de “la aceptación de la Vida”. Ni la mente ni la personalidad pueden aceptar lo que no entienden, lo que no les gusta, lo que causa sufrimiento. Solo desde el nivel de nuestro Ser podemos aceptar.
El camino de la aceptación es un reto extraordinario que nos conduce, de un modo directo y seguro, a desarrollar una gran confianza y seguridad en nosotros y en la Vida. Al principio el proceso se vive en un equilibrio inestable, como cuando vemos a los funámbulos en la cuerda floja y nos parece que van a caerse, pero con la diferencia de que en este transitar por el camino de la aceptación sí nos caemos, y con frecuencia. Después de cada caída estamos un tiempo sanando nuestras heridas…, y volvemos a empezar.
E T A P A S D E L A A C E P T A C I Ó N
Las etapas por las que pasamos son personales y cada cual las vive de un modo distinto y único. Pero sí puedo decir que llega un momento en el que aparecen los milagros: nos sucede algo que antes era del todo inadmisible y lo aceptamos de un modo natural, sin esfuerzo; se presentan circunstancias que nuestra mente se niega a aceptar, mientras que el corazón dice un sí rotundo. Es entonces cuando sabemos y sentimos que estamos en el camino correcto.
¿Cuánto queda? Esa pregunta tan esencial al principio, va perdiendo importancia conforme se avanza en el proceso de la aceptación. La expresión “el camino es la meta” —que hasta ese momento únicamente era una frase—, comienza pulsar en nuestro interior. Y un día, sin que sepamos la razón, esa frase desaparece y su lugar es ocupado por otra que aún resuena con más fuerza en nosotros: “El aceptar la Vida es la meta”.
La mente es el obstáculo principal para la aceptación. En cada momento se pregunta si aparecerá el sufrimiento; por qué hay que aceptar una experiencia que le parece absurda… Pero —y esto es algo que se sabe después—, no existe nada de eso que dice la mente. Cada vez que aceptamos damos un paso, y ese paso ya es la meta, pues al darlo nos hacemos uno con lo que la Vida expresa en ese instante. Entonces nos sentimos llenos de energía y preparados para proseguir…
Fruto del proceso de aceptación llega el momento en el que la Vida nos dice: “Ahora ya sabes que tú y yo siempre fuimos lo mismo, y que todo lo que has vivido tú así lo habías dispuesto. Desde hoy trabajaremos unidos para que el Amor se manifieste en tu vida”.
Intuyendo —aunque sea de modo muy tenue al principio— que la Voluntad Divina se expresa a través de la Vida, dejamos que la Vida sea en nosotros. Así nos hacemos uno con la Sabiduría y el Amor de Dios que se manifiesta en todo momento, en toda situación y en todo ser”.
Cuando acepto estoy en el aquí y ahora.
La Voluntad Divina —la Vida— y yo somos lo mismo.
Muchísimas gracias por este profundo y bello artículo.
In Lackech
¡que bueno cada vez que me topo con usted.
me hace sentirme mejor .salgo de mis pensamientos para disfrutar de los suyos.¡vaya regalazo !
Mil Gracias .Muchos besos ,y abrazos.!