Los seres humanos vivimos en un entorno gobernado por leyes materiales, en un mundo físico que cuantifica, que mide, que toca… También nuestro cuerpo es material, al igual que el planeta que nos acoge. Por ello cuando se nos dice que poseemos naturaleza espiritual, esta idea puede generar en nosotros un rechazo.
Con el transcurso del tiempo hemos logrado desarrollar medios que nos permiten ver aspectos de la creación que no creíamos que pudieran existir. Es el caso de los virus de un tamaño tan diminuto que el ojo humano nunca había podido apreciar, así como el de las estrellas muy alejadas de la Tierra de las que desconocíamos su existencia. De modo similar, en un tiempo futuro, aunque cercano al momento actual, tendremos la capacidad de sentir nuestra naturaleza espiritual.
Mirando a nuestro alrededor de un modo sereno, no crítico, observamos una realidad que no parece la más idónea para una humanidad que lleva conviviendo miles de años. La falta de unidad entre nosotros, el desigual reparto de recursos y bienes, la violencia…, y una larga lista de aspectos no deseables nos muestran la necesidad de un profundo cambio en nuestras vidas.
El grado de felicidad actual de la humanidad podemos averiguarlo con las respuestas que demos a un par de preguntas sencillas. ¿Qué nivel de paz y de plenitud siento en mí? ¿Cómo es que tras miles de años juntos todavía no hemos aprendido a vivir de un modo más armónico y a relacionarnos con la tierra y las demás especies con mayor respeto?
Aún podemos hacernos una pregunta más que puede arrojar luz al momento actual: ¿Hemos obtenido frutos de la gran cantidad de experiencias por las que hemos pasado a lo largo de muchas vidas? Observando nuestra sociedad podemos creer que no hemos desarrollado nada de verdadero valor y que la vida carece de un sentido trascendente.
Pero aquí cabe una respuesta diferente: Los frutos del aprendizaje de todo lo vivido están en nuestro interior, aunque ahora no seamos conscientes de ellos.
Siempre han existido personas que han creído en una realidad no visible, en la existencia del mundo espiritual. Ahora, con el despertar que se está dando cada día en un mayor número de seres humanos, muchos no vamos a tener dudas de que el mundo del espíritu es algo real y esencial, pues es lo que nos va a permitir desarrollar el extraordinario potencial que está latente en nuestro interior.