En esta entrada, la segunda de un conjunto de 4 que desarrollan el tema “Origen y destino del ser humano” (ver la de fecha 24 de septiembre), vamos a tratar dos apartados: “Proceso evolutivo del ser humano en la tierra” y “El libre albedrío”. Al final de cada uno de estos artículos se plantean preguntas —en color azul— cuyas respuestas únicamente puede encontrarlas cada uno en su interior.
PROCESO EVOLUTIVO DEL SER HUMANO EN LA TIERRA.
En el artículo anterior, publicado el día 1 de octubre, expusimos que además de los seres que conocemos aquí en la tierra (humanos, animales y vegetales), en la Creación hay un número infinito de organismos, energías, entidades, etc. Cada uno de ellos se siente impulsado a buscar su plenitud, la conexión consciente con su esencia. Con esa finalidad experimenta de todas las formas posibles: incrementando sus capacidades; creando tecnologías muy avanzadas; alcanzando un gran poder y dominio sobre los demás…
Cuando un ente agota todas las opciones que la existencia le ofrece sin haber alcanzado la felicidad que anhela, desde su esencia surge un impulso que le señala una vía nueva y diferente, algo que antes nunca se planteó: explorar, no para hallar su propia felicidad, sino para que sean felices los demás.
Es entonces cuando ese impulso le lleva a escoger una de las vías evolutivas que existen en la Creación para incrementar el amor. Una de estas vías es encarnar repetidamente en el planeta Tierra durante un cierto número de vidas hasta alcanzar la plenitud. El fin de este camino es lo que los Maestros llaman “la iluminación”.
Para poder entender el proceso necesitamos conocer, aunque sea de pasada, los diferentes cuerpos que constituyen a un ser humano.
Vivimos identificados con nuestros cuerpos más densos, el físico, el mental y el emocional, pero en esencia somos algo distinto, el Ser, constituido por nuestros cuerpos más sutiles o elevados.
Esto es fácil de entender, al menos a nivel teórico. Una persona, aunque posea un cuerpo, no es el cuerpo sino el Ser que le da vida. Del mismo modo puede decir que tiene pensamientos, pero no es ninguno de ellos, sino el Ser, la conciencia que los percibe. Tampoco es ninguna de las emociones que experimenta, las cuales van cambiando en el trascurso del tiempo, en tanto que el Ser permanece. Su cuerpo, pensamientos y emociones experimentan cambios continuos a lo largo de su vida y desaparecen al morir, mientras que el Ser (la Presencia divina en ella) persiste inmutable y eterno.
Entonces, ¿por cuántos cuerpos estamos constituidos? Ciertas tradiciones y escuelas de creencias, especialmente las orientales, hablan de un número limitado. Algunas hacen referencia de manera especifica a siete cuerpos, aunque es muy posible (ese es mi sentir) que el número real sea inmenso, puede incluso que infinito, pero no hemos de ver esta disparidad de cifras como una contradicción. En base a lo que definamos como cuerpo, se percibirá que se habla de conceptos e ideas similares.
En las etapas evolutivas humanas experimentamos y aprendemos de la siguiente manera:
Los cuerpos densos son los que viven de modo directo las experiencias, y hay otros superiores que son los encargados de recoger ese aprendizaje, depurarlo y convertirlo en sabiduría. Existen aún otros cuerpos más elevados, de vibración más sutil, que purifican las energías que reciben hasta transformarlas en pura luz y, finalmente, amor.
Son solo unos brevísimos apuntes sobre un proceso cuyas fases más elevadas quedan totalmente fuera de nuestra capacidad de comprensión hasta que no se incremente nuestro nivel de conciencia. Las situaciones que vivimos tienen como única finalidad hacernos conscientes de lo que ya somos: el Ser.
Nuestros cuerpos más densos, físico, mental y emocional, se denominan comúnmente “cuerpos inferiores”, y están al servicio de los superiores. A diferencia de estos, que nunca desaparecen, los inferiores se transforman en materia y energía tras cada vida y se reintegran en la tierra, nuestro lugar de experimentación y aprendizaje.
Etapas que vive un ser humano en la tierra hasta llegar a tener conciencia de que su esencia es divina.
Vamos a enumerar esas etapas, sin entrar a verlas con detalle, pues ello escapa del alcance de este breve artículo.
- En sus primeras vidas, el quehacer principal de un individuo es el de acumular experiencias. En los inicios todo individuo es egoísta y solo mira para sí, no importándole dañar a otros en tal de lograr lo que desea. Él sufre también el daño que otros le causan, y todo esto va quedando grabado en su alma.
El motor de su vida es la satisfacción de sus necesidades básicas: alimentación, descanso, sexo, supervivencia, etc.
En estas etapas iniciales el sujeto tiene comportamientos que, al menos en parte, poseen similitudes con los de un animal.
Con el tiempo va desarrollando un primitivo sentido del bien y del mal como consecuencia de confrontar —de modo inconsciente— lo que él hace a otros y lo que los demás le hacen.
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Más tarde comenzarán a activarse determinados sentimientos muy elementales, como por ejemplo el de protección hacia los suyos o el de gratitud hacia los que le ayudan en momentos de dificultad.
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En vidas posteriores desempeñará distintos roles que enriquecerán profundamente su alma y le permitirán, en su momento, contar con ese bagaje
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Llega un momento en el que en su alma nace un amor rudimentario. Entonces está preparado para que, tras desencarnar, sus guías del mundo espiritual le instruyan y le ayuden a preparar sus siguientes vidas con el fin de lograr objetivos concretos, y también para equilibrar del mejor modo posible los errores cometidos hasta entonces. (En la próxima entrada, que publicaré el próximo domingo día 15, veremos con cierto detalle el concepto de karma).
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En la tierra, de modo periódico, nacen Avatares y Maestros que ya finalizaron su proceso y tienen activado de modo consciente el amor. Sus enseñanzas sirven de guía para el resto de la humanidad.
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Todas estas ayudas hacen posible que el sentimiento de amor se manifieste a niveles cada vez más altos…
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Este aprendizaje continúa hasta que la persona siente un amor incondicional de dimensión planetaria y no precisa volver a vivir en la tierra al haber alcanzado el máximo nivel de amor que es posible lograr aquí en el planeta.
5ª ¿Hay otros modos de activar el amor además del proceso humano?
6ª ¿Por qué no hemos sido creados siendo pleno amor y así nos ahorramos tiempo, esfuerzo y sufrimiento hasta lograr sentirlo de modo consciente?…
El libre albedrío es la potestad que tiene el ser humano para tomar sus propias decisiones y elegir sus acciones sin estar condicionado por una predeterminación divina.
Es conocida la controversia que se planteó durante siglos sobre si tenemos libertad para elegir o no, es decir, si disfrutamos de libre albedrío o estamos predeterminados. Es este segundo supuesto sería Dios el que por medio de su Gracia decidiría quien se salva y quien no.
Se puede abordar esta cuestión desde cuatro niveles, cada uno con una conciencia más elevada que el anterior, llegando a conclusiones muy diferentes según en cual de ellos nos hallemos:
1º Cuando las personas viven en un nivel básico de conciencia piensan que no son libres, pues ven que muchas de las situaciones y circunstancias que tienen que afrontar ni las quieren ni las han pedido. Y que, por el contrario, hay objetivos que sí desean alcanzar y por mucho que se esfuercen no los consiguen.
2º En un nivel de conciencia superior al anterior, se comienza a sentir que se posee un cierto grado de libertad, no para escoger lo que se va a vivir, pero sí para elegir las respuestas a las vivencias que la vida presenta.
3º En un nivel de conciencia aún más elevado, pero sin haber logrado todavía la iluminación, nos percibimos plenamente libres, pues desde nuestro Ser atraemos las experiencias idóneas para cada momento, en consonancia con las cualidades que estamos trabajando en esa etapa.
4º Finalmente, tras lograr la realización, nos sentimos en comunión con la Voluntad divina, y los conceptos de libre albedrío y predeterminación se tornan inexistentes al desaparecer la dualidad en la que hemos permanecido hasta ese instante.
7ª Es una realidad que sin contar con “nosotros” la vida nos presenta a menudo realidades que no hemos demandado ni deseamos. Sin olvidar esta premisa, ¿percibimos en el interior que poseemos libre albedrío o nos sentimos limitados?
8ª ¿Qué cometido juega en nuestra libertad la Gracia divina?