E L   A L M A   H U M A N A

Cuando queremos expresar que algo es muy relevante y tiene un valor singular, no en términos de economía sino por su propia naturaleza, utilizamos expresiones como “tiene alma”, “tocó mi alma” u otras similares. Así lo hacemos, por ejemplo, al escuchar un sugestivo poema o al admirar un hermoso paisaje. De este modo transmitimos que el poema o el paisaje poseen profundidad y son de valor inestimable.

La palabra alma, referida a un ser humano, significa algo que es consustancial a su esencia, un misterio que trasciende nuestra capacidad de comprensión actual. Para acercarnos a ella vamos a ver cual es su cometido en el proceso evolutivo y cómo desempeña esa tarea.

Aunque su grado de complejidad es muy superior, consideramos que un ser humano puede quedar definido por la suma de tres realidades que se expresan en tres niveles diferentes.

PRIMER NIVEL

En su realidad más elemental, su naturaleza material, un ser humano es la suma de su cuerpo físico y su personalidad. Comienza su evolución en la tierra como un ser primitivo, guiado únicamente por sus instintos básicos y con la intención de lograr lo que desea sin tener conciencia de si sus actos dañan o benefician a otros.

En sus siguientes vidas, en cada una con una personalidad y un cuerpo diferentes, vive múltiples experiencias que desarrollan en él diversas cualidades, aunque muchas de ellas permanecen veladas con el fin de que no le condicionen y pueda continuar su aprendizaje.

SEGUNDO NIVEL

El alma de un ser humano se encuentra en una realidad de elevada vibración, y siempre es la misma a lo largo de todo su proceso evolutivo. La misión del alma es la de identificar y guardar la enseñanza de lo que ese ser experimenta en sus distintas vidas en la tierra. Para alcanzar la perfección muchas veces se repiten circunstancias iguales o similares en distintas vidas.

De este modo llega un momento, en una vida concreta, en la que el alma pone a disposición del ser toda o parte de la abundante sabiduría que alberga. A partir de ese instante la persona responde a las experiencias que la vida le presenta desde un mayor nivel de conciencia.

Entendemos por sabiduría cualquier enseñanza que sea provechosa para que un ser humano desarrolle sus cualidades de crear paz, unidad, alegría, amor… Es decir, aquellos atributos que le llevan a sentirse uno con los demás y con el resto de los elementos del planeta, ya que esta es su meta básica aquí en la tierra.

Hay una notable similitud entre el alumno que curso tras curso acude a la universidad y el ser que vida tras vida nace para experimentar y aprender. Y así como el estudiante guarda en su cerebro lo que lee en los libros y lo que escucha a los profesores para formarse y poder ejercer una profesión, el alma humana almacena en su interior la enseñanza de las experiencias vividas por el ser para que este avance en su camino hacia la plenitud.

Con la finalidad de descender y anclar el amor en la tierra, un cierto número de seres —una humanidad— encarnan para lograr la realización, velados con el olvido de que poseen esencia divina. El alma de cada uno de ellos le acompaña vida tras vida, ejerciendo la tarea de la que ya hemos hablado.

TERCER NIVEL

En cada ser humano vibra su Ser Interno, es decir, la Presencia divina en él. Esto sucede en una realidad más elevada y escapa totalmente a nuestro actual nivel de comprensión. El Ser Interno es pleno amor y sabiduría y posee naturaleza inmutable y eterna, no estando condicionado por ley o limitación alguna.

Nuestro Ser Interno es quien diseña el plan que hemos de vivir cada uno al encarnar repetidamente hasta que alcanzamos la iluminación. Esta tiene lugar cuando sentimos poseer la misma esencia divina del Creador. Desde ese momento nuestra conciencia y amor se expanden y nos sentimos uno con la tierra y con todo lo que forma parte de ella. 

En un ser iluminado tanto el cuerpo físico como el alma dejan de tener utilidad al haber finalizado su aprendizaje aquí en la tierra. Ese ser prosigue su evolución creciendo en Amor, Sabiduría y Luz desde el gozo y la plenitud, dejando atrás los esquemas de dolor, apego y sufrimiento de este plano material.

 

 

 

 

 

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Juan José

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