La mayoría de nosotros vivimos en un mundo particular de alegrías y tristezas, de deseos y desencantos, de pensamientos y sueños. Cuando percibimos algo que sucede fuera de ese pequeño mundo que nos hemos creado, lo adaptamos a las ideas y esquemas que rigen en él. Así estamos dentro de una fortaleza rodeada de murallas, en la que vivimos separados de los demás y también de la vida.
Podemos cruzarnos por la calle con una persona que está sintiendo una gran preocupación y angustia, ya sea porque le han diagnosticado una grave enfermedad o porque acaba de perder a un ser querido, y aunque nuestros cuerpos pasen muy cerca el uno del otro, o se crucen nuestras miradas, no tenemos aún la capacidad de poder sentir su dolor, su desesperanza. Lo mismo ocurre en el caso de una persona que se siente muy alegre y feliz.
Un momento muy importante en nuestro proceso evolutivo es aquel en el que con nuestro cuerpo físico, con nuestras manos, al abrazar…, comenzamos a sentir las energías de las personas y de los lugares. Entonces podemos ampliar Leer mas