LA FELICIDAD

Todo lo que hacemos es para sentirnos felices: cada acción, cada palabra y cada proyecto de nuestra vida. Nuestra esencia es felicidad, y no pararemos hasta sentirla.

Aunque veamos que los demás son diferentes de nosotros, o que hacen cosas muy distintas a las que nosotros hacemos, a todos nos guía el mismo objetivo: alcanzar la felicidad. Lo que sucede es que cada persona busca la felicidad a su manera, que puede o no parecerse a la nuestra. Pensemos que nadie es más hábil que otro en la búsqueda de la felicidad, porque es nuestra Alma la que nos impulsa, y es también nuestra Alma la que nos dice qué hacer.

Si tomamos conciencia de esta idea, de que es el Alma de cada persona la que le motiva y le dirige en su búsqueda de felicidad, toda nuestra vida cambia. Cambia nuestro modo de ver las cosas y nuestra relación con los demás, pues ¿tendremos entonces motivos para juzgar a otro por lo que hace? ¿Existirá alguna razón para creer que está equivocado por como vive su vida? ¿Tendré un solo argumento para convencerle de que debe hacer lo que yo le diga? ¿O es que acaso mi Alma sabe más que la suya?

Al permitir que estas ideas vayan impregnándonos, se despierta en cada uno de nosotros un nuevo modo de ver y sentir la Vida, y también una nueva manera de acercarnos a los demás: les respetaremos más, sentiremos que no están equivocados, que no han de han de adoptar nuestros modos y nuestras ideas, etc.

Los seres humanos hemos buscado la felicidad a lo largo de toda nuestra historia, ¿la hemos encontrado? Parece que algunas personas sí a nivel individual, pero no es un logro de toda la Humanidad, ni siquiera de una parte significativa de ella. No somos felices. Al menos no con esa felicidad plena y para siempre que intuimos que podemos lograr.

Son dos las razones por las cuales todavía no hemos logrado ser felices. La primera es que siempre hemos buscado la felicidad fuera de nosotros, y donde algo no está no se le puede encontrar. Por mucho que yo me empeñe en descubrir algo, si lo busco donde no se encuentra, perderé el tiempo. Hemos creído que tener mucho dinero, alcanzar una buena posición social, tener poder, conseguir aprobación o reconocimiento por parte de otros, etc., nos haría  plenamente felices. Nunca fue así y nunca lo será. La razón es muy sencilla y todos la conocemos: lo que está fuera de mí no depende de mí, y si creo que lograr algo de fuera me va a hacer feliz, tan pronto lo consigo sufro por temor a perderlo. Esa felicidad que procede de fuera puede traer consigo la semilla de la infelicidad. Nosotros lo que queremos es una felicidad para siempre, no una felicidad que nos haga temblar pensando en que en cualquier momento vamos a perderla.

Que es un error buscar la felicidad fuera de nosotros, es algo que muchos aún no hemos comprendido, ni siquiera los que decimos que buscamos en nuestro interior. No estoy hablando de nada teórico, sino de algo real. Reflexionemos en los motivos por los que hacemos muchas cosas cada día de nuestra vida y nos daremos cuenta que es así. A menudo nos dejamos atrapar por objetivos externos creyendo que nos van a proporcionar la felicidad. Con el deseo de lograr una meta, decimos, hacemos y pensamos cosas que nos separan de los demás, y también del propósito que la Vida tiene para nosotros, y así nos alejamos de la felicidad.

La segunda razón por la que aún no hemos alcanzado la felicidad es más sutil. Cuando empezamos a intuir que no podremos ser felices buscando fuera de nosotros, dirigimos la mirada a nuestro interior y nos decimos: “He de ocuparme de activar la felicidad que está en mi interior. Entonces, cuando ya la sienta, nada ni nadie me la podrá arrebatar y ya seré feliz para siempre”. Al pensar así, ¿qué estamos haciendo?  Aunque sin palabras, pero sí con nuestro sentir, le estamos diciendo a la Vida: “A mí lo que de verdad me interesa es ser feliz. Cuando  ya lo sea ayudaré a que lo sean los demás.”

Pero la felicidad se alcanza justamente del modo opuesto: tanto hago yo para que otros sean felices, tanta felicidad se desarrolla en mí. Esto todos lo entendemos, porque no se alcanza la felicidad separado de los demás. Cada persona tiene toda la felicidad que él entrega a otras personas. A menudo nos lo dicen los Maestros, los seres ya realizados:

“Las personas son felices, auténticamente felices, cuando sirven a los demás, cuando hacen felices a los demás.” Ese es el camino: toda la dedicación, toda la motivación, toda la energía y la ilusión que yo ponga para que los que me rodean sean felices, es toda la felicidad que yo sentiré. Al igual que todo el Amor que yo vea en los demás será todo el Amor que yo sentiré en mí.

En una clasificación sencilla, de andar por casa, podemos decir que hay dos clases de felicidad:

I) Una es la felicidad que sentimos en el plano de nuestra personalidad, la que una persona puede sentir en su vida del día a día. Podemos llamarla felicidad básica y es algo así como “un estado de ánimo agradable, aunque pasajero”. Esta clase de felicidad está motivada por algo, y aunque la vivimos y la sentimos nosotros, no procede de nuestro Ser Interno.

II) La otra clase de felicidad, que podemos llamar felicidad trascendente, es “un estado de armonía interna que se siente como un bienestar permanente, que nunca desaparece y se incrementa con el paso del tiempo”. Es plena e incondicionada y procede de nuestro Ser.

Ambas clases de felicidad, la básica y la trascendente, tienen varios atributos o cualidades que las diferencian claramente:

1ª La felicidad básica se sustenta en unas causas que generalmente podemos identificar. Muchas de estas causas son comunes a la mayoría de las personas, como tener buena salud, recibir afecto o reconocimiento, alcanzar una meta u objetivo gratificante, o sencillamente que nos toque la lotería. También hay motivos personales, distintos para cada uno de nosotros. Esta felicidad cesa si desaparece la causa que la ha provocado. Por ejemplo: si  una persona se siente feliz porque su hijo ha aprobado unas oposiciones y tras varios años en el paro va a conseguir un puesto de trabajo, su felicidad desaparece si por alguna razón el hijo no obtiene ese trabajo.

En cambio la felicidad trascendente, cuando se activa en una persona, es ya para siempre al no depender de causa alguna.

2ª La felicidad básica, la de la personalidad, en tanto la sentimos hay en nosotros un sentimiento difuso, semi inconsciente, que nos trasmite que esa felicidad es inestable, como vaporosa, no sólida, y que en cualquier momento puede desaparecer. Ese sentir nos acompaña aunque estemos felices. Quizás escondido o enmascarado, pero está en nosotros.

Esa sensación de que la felicidad puede marcharse en cualquier momento, no se da en la felicidad trascendente, pues no se trata de algo que sentimos, sino de algo que somos. No sentimos felicidad, somos felicidad. Lo que yo siento puede cambiar en cualquier momento, en tanto que lo que yo soy, lo soy siempre.

3ª En el caso de la felicidad básica, podemos ser felices aunque de nuestra felicidad se derive infelicidad para otros. Esto con matices, pero en mayor o menor medida puede darse, y de hecho así es en nuestra vida de cada día. Un ejemplo:

Se celebra una reunión en una comunidad de vecinos, y se propone reparar el zaguán de entrada al edificio. Se plantean dos propuestas, una primera con un arreglo “suficiente”, con diversas mejoras, como una rampa para los carritos de la compra y las sillas de enfermos, cambiar los buzones del correo que están algo deteriorados, etc. Y una segunda propuesta con un nivel mayor de arreglos, y por tanto de inversión. Es una finca de cierto lujo, y los vecinos que defienden la segunda propuesta opinan que corresponden unos arreglos de mayor lujo y calidad. Argumentan que supondrá un mayor prestigio para los que allí viven, que la finca adquirirá un valor mayor, etc. Parece una propuesta legítima, y los vecinos que la apoyan se sienten felices con ella, aunque eso suponga que otros vecinos tengan dificultades económicas para hacer frente a su parte de los gastos, y ello les haga sentirse infelices…

Distinto es el caso de la felicidad trascendente. Esta felicidad es una cualidad del Amor, y como el Amor es Uno, la felicidad, la auténtica felicidad, también es Una. Imposible pues tomar para mí parte de esa felicidad que es Una. No me será posible, igual que no me es posible coger para mi una porción de Amor. Solo cuando yo incluya junto a mí a los demás podré sentir el Amor, y de la misma manera solo incluyendo a los otros en la felicidad, yo podré sentirla. Por tanto, todo acto egoísta que yo realice sin tener en cuenta a los demás, no me llevará a ser feliz.

¿Se puede sentir felicidad, auténtica felicidad, estando enfermo, triste o con dolor…? Sí, aunque esta respuesta no nos es posible comprenderla totalmente en nuestro nivel actual de vibración.

Los estados de tristeza, enfermedad y dolor, se sienten en nuestros cuerpos inferiores, en tanto que la auténtica felicidad procede de nuestro Ser Interno, de nuestros cuerpos más elevados. Hablamos de niveles diferentes. Además, la auténtica felicidad es una de las cualidades del Amor, y cuando una persona ya vibra en Amor lo siente siempre, al margen de la circunstancia puntual que experimente a nivel físico, emocional o mental. Todo esto es difícil de comprender ahora, permitamos que sea la sabiduría que cada uno tenemos en nuestro interior la que responda a la pregunta anterior… 

Para alcanzar la felicidad básica, del día a día, son de gran influencia las personas con las que nos relacionamos. Esto todos lo sabemos por haberlo experimentado muchas veces en nuestra vida. En cambio la auténtica felicidad procede de nuestro Ser Interno, y por lo tanto no depende de ninguna circunstancia externa, ni tampoco de lo que hagan los demás. Pero es gracias a la ayuda que otros nos prestaron en un momento de nuestro pasado, que ahora podremos llegar a sentir la auténtica felicidad. Se trata de una ayuda de la que no somos conscientes, pero que de algún modo es percibida por nuestra Alma. Esta ayuda puede ser de varios tipos:

a) La primera y más importante ayuda que recibimos de los demás, es cuando nuestra Alma reconoce la felicidad en el Alma de otra persona, alguien que ya vibra en Amor en mayor o menor grado. En estos casos en nuestra Alma se activa el deseo de alcanzar la felicidad que ve y siente en esa otra Alma. El Alma que ya vibra en Amor, le muestra a nuestra Alma que la felicidad no depende de nada externo, sino que procede de su interior, que la felicidad es una cualidad del Amor, y que ya está en ella para siempre.

b) Otra ayuda importante es cuando nos encontramos en una situación difícil, y una persona nos socorre sin demandar ningún tipo de recompensa, ni siquiera reconocimiento. Nuestra Alma percibe que el otro es feliz por el mero hecho de servir, de ser útil, sin necesidad de retribución alguna, pues la felicidad que siente es inherente a su Alma y emana de ella. Ello impulsa a nuestra Alma a la búsqueda de esa felicidad que debe existe en su interior, al igual que ya existe en el Alma de esa persona que nos ha ayudado.

c) La ayuda la recibimos también en los casos en los en que alguien confía en nosotros, y de esta manera colabora en que nos sintamos valiosos. O cuando una persona nos transmite que de nuestro interior brota algo que ella aprecia, y que le hace sentirse feliz al estar junto a nosotros. Su ayuda nos impulsa a querer sentir esa vibración que sale de nosotros y proporciona felicidad a otros. Esa cualidad que está en nosotros y es apreciado por otros nos impulsa a buscar nuestra fuente interna de felicidad.

Cuando una persona ayuda a otra a alcanzar la felicidad que hemos llamado básica, se desarrollan en la persona que es ayudada una serie de cualidades que son como los cimientos sobre los que se irá desarrollando el Amor. Sí, así de sencillo y así de importante es el ayudar a los demás. La persona que se siente atendida, valorada, ayudada, apreciada…, desarrolla sentimientos de que es valiosa, sentimientos de gratitud, sentimientos de unidad con los demás, y todos estos sentimientos son los abonos para que la semilla del Amor germine y crezca en ella.

En el corazón de cada uno de nosotros se depositó esa energía por personas que en momentos de apuro nos ayudaron, que se sintieron bien junto a nosotros, que confiaron en nosotros, que nos amaron. Esa es la manera mediante la cual la felicidad trascendente, el Amor, se va extendiendo por toda la Creación.

 

 

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Juan José

4 comentariosDejar un comentario

  • Excelente post
    🙂
    Al leer la diferencia entre la felicidad básica y la trascendente me da la impresión de que la felicidad trascendente sería un estado más bien permanente de plenitud en el que se entremezclarían sentimientos como la felicidad, la serenidad y la dicha. La felicidad básica estaría generalmente supeditada a factores externos, mientras que la transcendente sería el resultado de una actitud interna que no se vería afectada por factores externos.
    ¿Estarías de acuerdo?

    • Gracias por tu comentario, que resume la idea central del artículo, aunque más
      que ser «el resultado de una actitud interna», la felicidad trascendente es la
      manifestación consciente de uno de los atributos de nuestra esencia divina.

  • Considero que el ser interno o yo superior siempre está en felicidad aunque por circunstancias del entorno ese ser queda subrogado, escondido del verdadero amor, dando paso a que el ser físico pueda experimentar y así avanzar en sabiduría, ya no en conocimiento.

    • Hola Victoria, gracias por añadir un comentario a mi entrada «La Felicidad». Coincido contigo en que nuestro Ser Interno, la Presencia Divina en nosotros, existe en un estado permanente de plena felicidad, en tanto que como seres humanos, al identificarnos con el cuerpo físico y con las circunstancias que vivimos, nos sentimos separados de esa fuerte de felicidad permanente. Un cordial saludo. JUANJO

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